viernes, 5 de abril de 2013

Yo pregunto.


Escribí esto en el metro de camino a clase, lejos de ser brillante ni cuidado en su forma. Necesitaba desahogarme. Así que ruego disculpen si encuentran alguna incoherencia. No siempre es domable el vigor de las palabras con rabia moviendo tus dedos. Dice así:

Abandonad esa sugestión, por favor. No es una orden. Es una suplica desesperada. Yo no quiero subirme a las barbas de nadie. Quiero chocarme con las paredes, si es necesario para poder entender. Entender... eso, es lo único que quiero.


No puedo comunicarme en un mundo donde la gente no quiere comunicarse, o bien porque están esperando veneno en mis palabras y se defiende de forma automática, lo lleven o no, o bien porque estáis encerrados en vuestras cúpulas de cristal, incapaces de asumir todo aquello que altere vuestra realidad, o que sencillamente la cuestione. A veces ambas cosas a la vez.

¿Qué es lo que ofende? No en serio, quiero saberlo exactamente. ¿Es la pregunta? ¿El modo de hacerla? ¿El simple hecho de preguntar? O es... ¿ miedo a hacerte tú la misma pregunta que yo planteo? ¿Es miedo a conocer la respuesta? ¿A que no sepáis responderlas o la respuesta dada nos os guste ni satisfaga?

Yo entiendo ese miedo. A veces aún lo tengo. A veces aún vacilo demasiado antes de actuar y otras demasiado poco. Pero hay que vencer ese miedo. Y seguro que se os vendrá a la cabeza: ¿Por qué?
Ahora no soy yo el único que pregunta, ¿verdad?

Es sencillo. Ese miedo es lo que os frena en la vida. Quizás os guste vivir como vivís pero no lo sabéis con certeza porque no habéis probado otro modo de vida. Y quizás haya uno mejor. Solo quizás. Es ese miedo el que os frena. Miraos al espejo. ¿Qué veis? ¿Os gusta? ¿ Queréis cambiarlo?
Lo que ahí se refleja, es el culpable de que no alcancéis vuestros sueños. Sois vuestro Yo más débil, que es vencido una y otra vez por vuestro cobarde miedo. 

Yo no vengo a ofender. Yo vengo a tenderos la mano. A tratar de que lleguemos a un correcto entendimiento. A enseñaros, que otra forma es posible. No mi forma. No vuestra forma. Si no otra forma. 
Vengo entender. Y "a todos nos envuelve la oscuridad por igual, pero mientras el sabio se choca con alguna pared, el ignorante permanece en el centro de la estancia. ¿Seréis ustedes mi primera pared?

Yo no vengo a ofender. Pero yo pregunto. Y el que pregunta ofende. Al fin y al cabo son las consecuencias yo y su entorno.

Otro ladrillo al muro.

Preguntaros. 

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