Esta vez,
escribo algo distinto. Esta vez no escribo por necesidad, si no por
disciplina. Esta vez no quiero intentar ser brillante ni metafórico,
si alguna vez lo he sido, en lo que diga para así no dar lugar a la
equívoca interpretación de mis palabras. Hoy quiero hacer un
manifiesto, una declaración de intenciones pero no una síntesis de
sentimientos.
Aun recuerdo
cuando, cursando segundo de bachillerato y con un futuro académico
algo incierto, estudié la filosofía de Nietzsche. Fue entonces
cuando oí por primera vez el término del Nihilismo. Y yo, rebelde
sin pausa y en busca de una causa de peso, discutía la teoría de
Nietzsche, confesando a mi profesora que solo lo hacía por que me
daba coraje pensar parecido a él. A simple vista, puede sonar
estúpido. Pero era entonces cuando yo estaba empezando a conocerme,
al menos a conocer a mi yo en transito.