martes, 18 de marzo de 2014

La Nación Indomable (El fuego del león y su segundo rugido)




No permito autoridad alguna que censure. La censura de cualquier tipo, es el motivo de la perdida de dicha autoridad. No pueden atender sus fines y sus prioridades tomando mi mano de obra y despues, desatender mis fines y prioridades y además llamar rebelión o soberbia a la suplica de auxilio. No admiten turno de replica. 

Y todo porque consideran que esta es su nación. No comprenden que conservan su nación porque nosotros
se lo permitimos. Porque no los destronamos aunque podamos. Que es NUESTRA nación. Creen que esta es su casa y por eso ellos pueden hacer y deshacer. También es mi casa. Y por mucho que la forjara alguien, si ese alguien nos empuja al naufragio, es hora de que delegue. 

Llamadme indomable, capullo, imprudente, arrogante. Llamadme eso mismo de lo que pecáis ustedes. Llamadme lo que queráis, poco importa ya. Porque se equivocan si creen que pueden contar conmigo sin que yo pueda contar con ellos. Se equivocan si creen que soy otro ser servil en su nación. Yo soy mi propia nación. Yo soy mi bandera. 

Ese es el pecado original que censuraban los dioses. No por ser perjudicial, si no porque peligraban ellos. Peligraba que ellos conservaran el poder. Decían que la soberbia debía ser castigada para que no se tambaleara su Olimpo. La llamaban desacato, rebelión. Yo os digo, que arda el Olimpo. Que ardan sus símbolos. Que ardan los dioses. Que se alce nuestra nación individual e indomable.



No hay comentarios:

Publicar un comentario