domingo, 4 de mayo de 2014

Feliz día de las madres.



En el ultimo instante, apoyó la cabeza en la puerta de la calle y se paró a reflexionar. La mochila en la espalda le pesaba bastante, pero más le pesaban los pies ante la ruta que estaba a punto de tomar.

Empezó a hacerse las mismas preguntas de siempre. Esas preguntas que buscaban la razón de que se hubiese alejado tanto de ella. De por qué no le decía un esporádico y afable “te quiero” cuando es lo que más deseaba a veces. De por qué ya ni la abrazaba ni la besaba a penas. De por qué no se acurrucaba con ella en la cama o no compartían más ratos juntos. De por qué
se lo guardaba todo para sí, distanciándose, generando la desconfianza. Y pasó a preguntarse en que momento empezaron a hablar idiomas distintos.

Le golpearon en seco todos los recuerdos dulces que compartía con ella, como un puñetazo en la boca del estómago, dejándolo sin respiración. El blanco, el negro. Esa horrenda mochila que a él tanto le gustaba solo porque ella se la había regalado. Las paredes amarillas de su cuarto. Los coches acelerando por su piel, para darle masajes cuando ella estaba enferma. El cine con ella. Los reyes, los abrazos y los mimos. ¿Por qué habían renunciado a todo eso? ¿Por crecer? ¿Por hacerse mayor?

De repente se separó de la puerta y atravesó con su mirada hasta llegar al cuadro que había sobre la chimenea, al otro lado del salón. Ese cuadro en el que una mujer, guapísima, de pelo rizado azabache y ojos azul blues, sostenía en sus brazos a un pequeñajo que no llegaba ni a la cuarentena. Ella seguía siendo ella y él seguía siendo ese pequeñajo, solo que hacía mucho que no se reconocían. Como la noche anterior, cuando habían discutido, como acostumbraban desde hacía un tiempo.

En ese instante soltó la mochila en el suelo, giró sobre sí y fue hacia la cocina. Empezó a preparar el desayuno y cuando lo estaba terminando, ella apareció por la puerta. Ahora, no conservaba su melena azabache ondulada, si no un pelado corto y teñido. Pero su mirada seguía siendo la misma. El sonrió al verla.

¿Y esta mochila? ¿Vas a alguna parte? - preguntó ella con el ceño fruncido.

No, mami, ya no. - cogió la bandeja con el desayuno y se acercó a ella, le besó la frente y le ofreció la comida– feliz día de las madres.

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