Te conozco, aunque solo sea un poco, y me encantas.
Te conozco y perdona mi insolencia, pero
eres tu quien me lo ha contado. Con lo que callas y lo que no, lo que
lloras y lo que no, lo que saboreas y lo que no,lo que sueñas... y
lo que no recuerdas haber soñado. Porque sueñas con todo, aspiras
a todo y luchas por todo o... sueñas con nada, aspiras a nada y
luchas por nada. Y eso te cansa.
Te pasas tanto preguntándote “Por
qué” que olvidaste por qué te lo preguntabas. Pero eres así, no
sabes orientarte sin haberte perdido antes del todo. Y caminas
constantemente, sobre tus pasos, sobre los de otros, probándote cada
idea como quien prueba un traje nuevo, para ver si holga o solo
necesita algunos arreglos o si es de tu talla. Y enfermas de realidad
al hacerlo. Y eso te cansa. ¿Cómo no va a hacerlo? ¿Como no vas a
desorientarte de tanto dar vueltas?
Sabes perfectamente que cuando te
mareas, toca sentarse, al menos hasta que todo deje de girar y girar.
Pero nunca lo hace porque el tiempo sigue y eso te da miedo. Sin
embargo, esa sensación te tiene a sus pies y te genera adicción,
porque sabes que mientras notes ese pellizco,
mientras siestas esa
presión en la barriga, seguirás viviendo y todo será posible. Una
vez más, enfermas de realidad.
A veces piensas que te auto-destruyes.
Que solo tu te empujas a un precipicio sin fin porque amas tu
desastre, tu orden y tu desorden y aunque quieres conocerlo todo, en
el fondo no quieres que nada cambie. Sin embargo aceptas que es el
proceso natural de la vida, porque así conoces nuevas sensaciones.
¿Que duro sería vivir sin expectativas, verdad? Y es eso lo que te
aterra. Solo sentirte como un ser vacuo es algo que temas más que
el tic-tac que te paraliza inmóvil.
¿Que es lo que pasa cuando no sientes
nada? Cuando tus objetivos son más de otro que propios, por tanto
explorar caminos alternativos, duele. Y ese dolor es lo único que no
hace que pierdas la cabeza, del todo. No encuentras opción entre tan
basto abanico. Hastío. Apatía. ¡Tiene tantos nombres tu dolencia,
que ni si quiera tienes certeza de que te ocurre!
Pero recuerda que te conozco. Tu me lo
enseñaste. Quizás ese fuese tu "plan b", tu válvula de escape. Para
que yo te susurre aquello que eres, por si se te olvida. Y eres miles
de cosas maravillosas. Ninguna desechable. Te complementas entre
errores y aciertos para ser tú. Te conozco, aunque solo sea un poco,
y te encantas.
Sabes escuchar la esencia de las cosas.
Oye tus latidos. No temas oírte, solo quieres ayudarte. Mantente
fiel a ti. Sabes mantener los pies en el suelo mientras tu cabeza
vuela sin limites. Así que alcanza tus sueños, casi los estás
arañando. ¿Y tus ojos? Quién pudiese entender el mundo desde tus
ojos... ves las dos caras de la monedo porque las has experimentado.
Y sí, la realidad es un dulce espinado. Lo sabes. Lo comprendes. La
conoces. ¿Así que dime, donde están tus limites? Te conozco y eres
fuerte y desafiante. Inconformista. Tú eres tu limite. Todo empieza
y acaba en ti. El limite no existe. No si tu no quieres, porque te
conozco.
El tiempo es veloz, pero tu puedes
correr más. Por que te conozco y sé que todo esto te inunda, que
no te absorbe el vacío. Puedes seguir caminando.
Lo sé, te conozco. Tu me lo has enseñado.
Creo que tu texto acompaña a la perfección a esa gran composición de Ludovico.
ResponderEliminarGracias.
Eliminar