miércoles, 16 de octubre de 2013

Monologo Acompañado


Mi esposa dice que a veces soy un poco retorcido. Y eso a mí es algo que me repatea.
No puedo darle la razón en eso, me parece una forma muy simple y cobarde de verlo. Y además,
no quiero sonar machista pero esa fama suelen criarla las mujeres. ¡Ah! Y los “periodistas” oportunistas de la prensa rosa.


¿Se han fijado en esa gente? Siempre bien vestidos, maquillados, perfumados... emperifollados al máximo. Como si las gotas de su coco channel fuese a ocultar el putrefacto olor a mierda que desprendes sus noticias, sus bulos, sus fakes y demás. Que triste tiene que ser estar entre uno de ellos. Pensar al levantarte: ¿Qué clase de gritos desesperado y hortera haré hoy para sobrellevar mi fracasada vida? ¿No les da vergüenza llamarse a ellos mismos periodistas? Bueno, dejo de irme por las ramas. Por cierto, este es un buen ejemplo de lo que mi mujer suele reprocharme.

Pero de un modo u otro, siempre me encuentro defendiendo mi visión ante mi mujer. Y a mi me cansa tener que explicárselo. Pero siempre lo acabo haciendo. Y ella no lo entiende. Es entonces cuándo me pregunto: ¿Por qué coño tengo que seguir explicándoselo? Pero me acabo respondiendo siempre a mi mismo que es por dignidad. Por un poco de amor propio. Porque si no me entiende mi mujer... ¿Quién va ha hacerlo?

En fin. Lo que pasa es que ella cree que a veces actúo como un tipo muy soberbio y pretencioso porque dice que juzgo constantemente a los demás. Yo me defiendo con el argumento de que lo que hago es analizarlo todo, etiquetarlo y seguir con mi vida. Pero teniendo todo su pegatina sé perfectamente para que sirve cada uno en la vida y si es buena idea relacionarme con esas personas o no. Y ella dice que no tiene necesidad de eso. Sigue erre que erre con lo de que ¿Quién soy yo para opinar las pintas o los andares de alguien? Que si no me parece hipócrita excluirme de la gente superficial, es lo que suelta intentando rematarme siempre con una lección de vida.

Es entonces cuando yo, que no he parado de analizar ni un segundo, se lo contesto todo. TODO. Empiezo por preguntarle que a qué se debe esa actitud competitiva conmigo. ¿A caso se siente intimidada o amenazada por mi forma de ser? ¿Después de tantos años de casados? Me ofende totalmente que ella no me conozca lo suficiente y que de llevar razón, no me acepte. Que no me acepte y que aún así sigamos compartiendo cama o haciendo el amor. ¿Quién es la hipócrita?

Así que concluyo volviendo al tema. Le pregunto que si de verdad quiere saber qué pensé esa mañana, yendo en el coche, cuando se nos cruzó aquella mujer contoneándose por el paso de peatones. La respuesta es simple: No me gustan las horteras. ¿Por qué tengo que frenar por esa choni culona? ¿Para verla exhibirse y creyéndose guapa mientras solo puedo pensar en la lastima que me da? ¡Cuántas carencias habrá tenido esa chica en su infancia!

Por mirarla, gano un guantazo. Y bueno, por toda la discusión es por lo que hoy dormiré en el sofá.


  • Vaya... ¿han pensado en ir a terapia de pareja? - le dijo el hombre sentado a su lado en el banco.
  • Pues no... la pobre me aguantará un par de años más y luego seremos otra de las parejas que acaban estrepitosamente. Infelices divorciados que no sabrán explicar el por qué de el fin de esto. Por suerte no tenemos hijos.
  • Lamento oír que esas son sus expectativas. - El oyente de su historia se movía en el banco incomodo.
  • Bueno. No se preocupe. Soy actor y este personaje solo habla cuando fumo algún cigarrillo. Su vida a durado... lo que este cigarro. - Dijo esto ultimo mirando con cariño el amarillo entre sus dedos, alzado. Le arrebató una ultima calada y lo tiró de un chorlito en la boquilla. - Gracias por esta magnifica velada, señor. - le dijo sonriendo, cambiando absolutamente de personalidad.
  • De nada. El placer es mutuo. - Respondió el otro cortesmente. Aliviado. Ambos se levantaron y se marcharon en direcciones opuestas, perdiéndose en la noche hacia sus destinos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario