sábado, 19 de octubre de 2013

Querido amigo

Querido amigo:

Por muy cerdos que sean algunos hombres, por muy zorras que sean algunas mujeres, por muy peloteros que seamos a veces o por muy bichos raros que podamos sentirnos, nada pinta esa fauna en el amor. Ojalá y pudiéramos tomarnos este asunto como ellos. Pues bien si es verdad que sería más aburrido, no nos preocuparía. Solo nos guiaría el instinto.

Aun así, y cambiando -discúlpame- un poco de tema, me gustaría hablarte de otro fenómeno que se da en la naturaleza:



El río -por ejemplo- desde que nace, débil, con su dulce y chapoteante llanto, pataleando roca a roca, va consiguiendo abrirse camino y aumentar su caudal.

A veces, vuelve a estrecharse. Siempre vienen tiempos de vacas flacas. El poderoso caudal, desbordante a veces, que antaño consiguió ya no arrolla con tanta fuerza e incluso le cuesta abrirse camino.

Las fatigadas aguas en un ultimo estertor tratan de salir adelante y se arremolina, se agitan,  se bifurcan... Pero ¿sabes lo curioso que es el bendito momento en el que la circunstancia hace magia y las aguas, ya muy trastornadas, vuelven a su cauce y su calma?

Quizás aun falte demasiado para el delta de nuestras vidas y nos impacientemos al querer ver el mar.
Pero lo realmente cierto, es que mientras así sea aun habrá camino por hacer y andar. Aun habrá cosas que descubrir y que amar, odiar, desechar... Aún habrá vida (mientras duela).

Entiende que este sacrificio que es vivir, es igual de costoso para todos cuando se hace recuento final. Rapidez no es sinónimo de facilidad, si no de esfuerzo. Esfuérzate. Erosiona la roca que impide tu paso.

Al fin y al cabo, todos nacimos tras una ventisca, cuando el calor de la vida convirtió la nieve en tibia agua.

Un abrazo.



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