El frío se marcha despacito.
Las nubes van desencapotando el cielo y aunque aun nada indica que el
sol vaya a estar ahí, el ocaso empieza a desvestirse haciendo gala
de su bella amalgama de coloreadas sensaciones.
Testigo de esta magnificencia,
un viajero. Este echa la vista a atrás y sorprendido, vislumbra que
la distancia y la altura le dan una mejor perspectiva del paisaje.
Ahora entiende, al menos mejor. Ahora puede verlo casi con
omnipresencia. Ahora puede dejar caer su mochila al suelo. Así lo
hace.
Desde aquí, todo lo que antes
le parecía titánico e infranqueable, ahora le parece puntos
insignificantes que marcaban breves pausas en el camino. Y todo lo
que ya no puede ver por haberlo infravalorado, le pare eterno y
maravilloso. No lo ve pero casi puede hacerlo, de sentirlos tan
intensos dentro de sí. Sonríe como un bobo al recordar cuantas
veces quiso abandonar en su escalada y darse por vencido. La lección
ha sido la recompensa y esta, le ha sido otorgada durante el camino.
Ahora que lo tiene todo más
claro, coge bruscamente aire pro la nariz. Este le parece más puro.
Entonces grita. Grita feliz, rabioso, orgulloso, niño y con
sabiduría a la vez. Su grito transmite la misma mesura que la de el
rey de la selva. Y piensa: Hoy verdes hojas brotan verdes.
Es en ese momento en el que la
ve. La vé mucho más a bajo, bailando sobre una roca.
Y jamás tropieza porque esa
roca es su reino. Entiende ahora cuanto tiene que agradecerle. Todo
lo que ella ha hecho, le ayudó a ir abriendo los ojos. Fue ella el
combustible que prendió en la caldera que puso en marcha todo el
mecanismo. Fue todo lo que hizo posible empezar su viaje. Fue por
ella por quien comenzó a caminar en busca de perspectiva para no
caer en el absoluto escepticismo. Se lo agradece mentalmente y espera
poder hacerlo de palabra algún día.
Se toma así mismo la palabra y
toma una decisión. Después de todo lo que ella hizo por él, debe
descender para ofrecerle la mano, para que vea que nunca la abandonó.
Que menos. Sabe que en su descenso, quizás se le nuble de nuevo esa
perspectiva porque no sabe que le deparará si nuevo viaje. Pero sabe
también, que no parará de caminar. Que tratará de mantener la
perspectiva y que cuando llegue al bosque que está a los pies de la
montaña, tratará de que los arboles no le impidan ver lo que hay en
él. No se lo impedirán. Se consuela pensando que será así porque
tiene perspectiva suficiente como para pensárselo.
- Vaya. No entendía este cuadro. Es sorprendente lo que puedes ver alejándote un poco.
- Claro. No todo puede verse de cerca. Te distraes con demasiados detalles concretos. ¿Te gusta?
- Sí. Hoy me he liberado de prejuicios.
Primer ladrillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario