viernes, 8 de febrero de 2013

Viernes con Poesía. Hoy, Catulo.


Hoy es viernes. Ansiado y deseado viernes. Todos esperamos este día para obtener nuestra dosis de evasión, para que el resto de la semana, quede en un pequeño rumor lejano. Descansemos y olvidemos las frustraciones. Para mí, los viernes, tienen tanto de especial como un lunes. Yo ya, no diferencio entre un día u otro, pues siguen pasando como balazos que van agujereando mi alma. Mis viernes son sin poesía.



Pero no siempre fue así. Otrora, cuando yo me creían más feliz y no sabía apreciarlo, ansiaba que llegase el viernes para que la aterciopelada voz de José María, me acunara hacia otra visión de este mundo. El reservaba los viernes para recitar poesía. Y tras cada palabra que pronunciaba yo aprendía algo nuevo.  No era solo lo que pronunciaba, ni la palabra en sí. Ni si quiera el sentimiento que el autor puso al dar vida a la obra que tocara, si no el sentimiento, la sabiduría y la mesura con que te lo hacía llegar. Incluso cuando respetaba los silencios, te los otorgaba llenos de lecciones. Sus clases no era sobre la literatura universal. Sus clases eran de empatía.

Era tal la viveza en mi, de los sentimientos a flor de piel cuando lo escuchaba que cada viernes, cuando podía correr a los brazos de mi amada, compartía con ella tales experiencias aun sabiendo que de mi boca no serían tan expectaculares.

Hoy mis viernes son sin poesía. Y no tengo dama en la que acurracarme para consolarme. Pero quiero poner poesía en mi vida. Quiero transmitiros las experiencias que entonces me hizo vivir, aunque mis torpes dedos no sepan ordenar del todo bien mis palabras ni mi torpe mente rescatar fielmente los sentimientos de mi corazón.

Por eso inauguro esta sección. A partir de ahora, todos los viernes tendrán poesía.

Quiero inaugurar esta sección, partiendo desde la poesía Romana, concretamente de la poesía del yo, narrada desde la intimidad, donde el mayor maestro, era Catulo. El poema elegido es el siguiente:


"  Vivamos, querida Lesbia, y amémonos,
y las habladurías de los viejos puritanos
nos importen todas un bledo.
Los soles pueden salir y ponerse;
nosotros, tan pronto acabe
       [nuestra efímera
vida,
tendremos que vivir una noche sin fin.
Dame mil besos, después cien,
luego otros mil, luego otros cien,
después hasta dos mil,
[después otra vez cien;
luego, cuando lleguemos a
           [muchos miles,
perderemos la cuenta para ignorarla
y para que ningún malvado
       [pueda dañarnos,
cuando se entere del total de
         [nuestros besos."

Catulo.


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