Ahora lo entiendo. Yo lo escribí. Estaba tan claro que incluso yo, ciego, podía verlo. Y luego se me olvidó a la hora de pedirte cuentas, cuando nunca se me dio bien sumar ni restar... Recuerdo que decía algo así como:
- ¡No me dejes!
- Lo siento.
- ¡Pero si yo
te quiero!
- Lo sé. Yo también y por eso lo hago.
- Porque ¿me quieres?
- No. Porque yo también me quiero.
Lo llamé "Voluntad". Hoy me cuesta saber diferenciar entre la delgada línea de si fue por orgullo, o por amor propio.
Otro ladrillo al muro.
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